Consideraciones sobre identificación
"Identificación" se refiere a uno o más medios de caracterizarse o seleccionar un único objeto entre muchos existentes.
Cuando decimos "objeto" no nos estamos refiriendo a una pieza física, sentido en el que la palabra es frecuentemente usada, se trata aquí del "objeto de identificación", que pude tratarse de un producto, localidad, vehículo, animal, seres humanos o seres espirituales. Son los objetos de identificación.
Tratándose de seres humanos, existen hoy sobre la faz de la tierra algunos billones de este tipo de "objeto de identificación". Cada uno de ellos es único e cada uno de ellos necesita ser caracterizado con exclusividad entre todos los demás. Esta caracterización de un único ser humano que lo selecciona de todos los otros es un proceso de identificación.
El proceso de identificación humana viene teniendo progresos considerables a lo largo del tiempo con el avance de la ciencia y de los procesos de caracterización exclusiva. Es realmente curioso pensar que hace poco tiempo, algo más de un siglo, nada se conocía sobre las características exclusivas de las impresiones digitales como proceso de identificación. Hoy en día disponemos no solo de las técnicas de dactiloscopía sino también del mapa de retina, análisis espectográfico de voz, examen de ADN y, más recientemente, análisis termográfico de la faz, como procesos de identificación.
Sin embargo, si nos volvemos un par de siglos atrás, ningún otro proceso de identificación existía sino la propia apariencia física de la persona, su rostro, estatura etc. Desde el principio, incluso cuando todas estas técnicas eran desconocidas, el Creador, con su sabiduría, colocó en cada ser humano, aunque todos dentro de una única especie, características de identificación bastante exclusivas. Primeramente el rostro (aun entre los mellizos hay diferencia), después el cuerpo, la estatura, después la variedad de colores de piel, después la variedad de colores de ojos, después la variedad de tipos e colores de cabellos, después las huellas digitales, los mapas de retina, y finalmente el examen de ADN. Todavía no hemos descubierto qué más el Creador colocó como característica exclusiva en cada ser humano que tal vez los científicos algún día fueran a descubrir. El Creador, sin lugar a duda, se dedicó bastante al asunto de la "identificación".
Solo podemos considerar como características afirmativas de identificación de un "objeto de identificación" a aquellas que sean características permanentes, inmutables. Los Aspectos variables, que puedan sufrir alteración al largo del tiempo, no son características de identificación afirmativa, por obvias razones. Así, aspectos complementarios, personalidad, habilidades personales, conocimientos y otras semejantes, pueden solamente servir como auxiliares de identificación y por un período de tiempo pequeño.
Nos parece que el problema de identificación humana viene siendo resuelto bastante bien por la ciencia, por los organismos gubernamentales de cada país en cuanto a su implementación, y por las policías nacionales e internacionales. No obstante, nuestro mayor interés aquí no es la identificación humana, porque sobre eso ya hay quien se ocupe y con bastante exactitud. Nuestro mayor interés (que debería ser interés de todos) está en la identificación de seres espirituales invisibles.
Consideraciones sobre identificación de seres espirituales
Los seres espirituales son, para nosotros que vivimos debajo del firmamento, en el mundo material, invisibles. Ésta tal vez sea la mayor dificultad para que las personas crean que ellos son reales, pues están no solo acostumbradas a los procesos de identificación visual y táctil, y así mismo desconocen totalmente la identificación espiritual y su realidad. Muchas personas prefieren ignorar la existencia de estos seres, invisibles a nuestros ojos, y ni si quiera reflexionan sobre su existencia. Pero, por ahora, la cuestión es la identificación de los seres espirituales, partiendo del hecho de que son reales. Y las escrituras nos enseñan que ellos son bastante reales.
Los seres espirituales, para nosotros que nos encontramos debajo del firmamento, no tienen rostro, no tienen estatura, no tienen impresiones digitales, no tienen mapa de retina ni tampoco ADN. ¿Habría el creador dejado los seres espirituales fuera de la posibilidad de identificación, habiéndose él ocupado diligentemente en identificar cada ser humano? Seguramente que no. La identificación es un asunto tan importante que el Creador invitó al primer ser humano a participar del proceso de identificación de cada especie animal que él había recientemente creado. Y él dijo que como el hombre las llamase, así serían llamadas. Las Sagradas Escrituras nos muestran que el Creador llama a cada cuerpo celeste por su propio nombre, obviamente porque los identifica.
Las Sagradas Escrituras nos muestran con gran claridad que en el reino espiritual, arriba del firmamento, invisible a nuestros ojos, pero real en su totalidad, la forma de identificación exclusiva es el NOMBRE de cada ser espiritual. Ninguna otra forma es encontrada en las Sagradas Escrituras por la cual un ser espiritual pueda ser identificado por nosotros. No nos cabe conjeturar ahora si los seres espirituales poseen alguna otra forma de identificación entre ellos, arriba del firmamento, como apariencia, color, tamaño, brillo o cualquier otra cosa que no consigamos imaginar. El hecho es que para nosotros, mientras habitemos este mundo material y terrenal, no tenemos percepción del mundo espiritual por ninguno de nuestros sentidos, por lo tanto, no podemos percibir ninguna característica de identificación de seres espirituales, a no ser el único revelado en las Sagradas Escrituras: LOS NOMBRES.
El Creador invitó al primer hombre a dar los nombres a los animales que él había creado. El Creador llama a cada cuerpo celeste por su nombre. El Creador cambió el nombre de diversas personas, según lo revelado en las Sagradas Escrituras. El Mesías cambió el nombre de uno de sus discípulos. El nombre del precursor del Mesías no fue elegido por sus padres, sino por instrucción del ser espiritual Gaborul (corrompido como "Gabriel"), el cual fue enviado a su padre, que en la época era el sumo sacerdote. El Nombre del Mesías tampoco fue elegido por hombre ni mujer. Fue informado directamente por un ser espiritual a su madre y al marido de su madre.
El mismo Creador, al cual las Sagradas Escrituras neotestamentarias se refieren como el Padre, del cual el Mesías es Hijo Unigénito, posee un Nombre, el cual fue revelado a los hombres y determinado que "... así seré recordado de generación a generación" Éxodo 3:15. No existe, escrituralmente hablando, ninguna otra forma de identificación del Creador ni tampoco de su Hijo, a no ser sus Nombres.
Es curioso notar como el Creador, en Éxodo 20, prohíbe severamente la confección de imágenes de escultura y cualquier otra semejanza "de la cual hay arriba en los cielos". La confección de imágenes o esculturas es una tentativa idolátrica del ser humano de identificar, un ser invisible, de forma visible, contrariando las revelaciones escriturales de identificación exclusivamente por el nombre. Muchas religiones, en especial el catolicismo romano, producen estas imágenes en abundancia, dentro de una disociación completa de la realidad espiritual, pues si observamos cualesquiera de estas imágenes, no existe identificación afirmativa visual alguna de ellas, pues son todas muy diferentes. Los calendarios que son distribuidos o vendidos con imágenes pretendidamente del Mesías, presentan al Mesías de forma totalmente irreal, además de que no conseguimos encontrar dos figuras de él que sean iguales. Crearon un estereotipo del Mesías con cabellos largos, con barba, con piel clara y ojos claros. Probablemente porque el ser humano natural, desentendido del conocimiento escritural, asocia lo bello a lo bueno y lo feo a lo malo. A pesar de que las Sagradas Escrituras afirman que "él no tenía apariencia ni hermosura", estas imágenes idolátricas continúan proliferando, no solo desobedeciendo a la orden de no producirlas, sino también ignorando la única y exclusiva forma de identificación escritural: El nombre.
Las identificaciones equivocadas
¿Puede costarnos caro una identificación equivocada? Sí. Puede salirnos muy caro. Imaginemos en primer lugar en el plano material lo que puede suceder debido a una identificación equivocada. La lista de posibles perjuicios es interminable. Puede haber personas condenadas a muerte inocentemente en lugar del verdadero asesino, personas que sean despojadas de su dinero depositado en los bancos por otras personas que se hagan pasar por ellas, hay talonarios de cheques que son robados y la firma es falsificada para que el banco identifique equivocadamente al emisor del cheque, hay coches que son robados y la numeración de la patente es adulterada para crear una nueva identificación para el vehículo.
Hoy en día, tenemos falsificaciones y violaciones, las técnicas evolucionaron al punto tal que se roban impresiones digitales y mapas de retina para hacer que una persona pueda pasar por otra. Lo triste de eso es que no es más ficción cinematográfica como algunos años atrás. Es real hoy.
¿Qué decir de los perjuicios de identificar equivocadamente seres espirituales? Como las Sagradas Escrituras asocian con claridad las cosas más importantes de nuestra vida a una perfecta identificación de seres espirituales, pueden evaluarse rápidamente los enormes perjuicios provenientes de una identificación equivocada.
Como ya dijimos antes, de forma escritural, la identificación es hecha por el nombre y nada más. Entonces no es difícil entender que el uso indebido en los nombres acarrea directamente a la identificación errónea de seres espirituales con su consecuente perjuicio. Es por medio de la adulteración o substitución de nombres que los impostores pasan a ocupar el lugar de los verdaderos. Cuando se cambia un nombre, se cambia de persona, porque un nombre se refiere a un ser espiritual, pero otro nombre se refiere a otro ser espiritual. Recuerde siempre este importante concepto, pues será necesario para el entendimiento de muchas enseñanzas que seguirán de aquí en adelante.
En el libro de Éxodo, segundo libro de las Sagradas Escrituras, de autoría de Mehushúa (Mejushúa, corrompido como "Moisés"), nosotros lo vemos recibiendo del Creador la incumbencia de ir a hablar con el faraón de Egipto para liberar al pueblo de él que allá estaba cautivo hacía más de cuatrocientos años. Mehushúa no poseía en aquella época ni filmadoras, ni cámaras fotográficas, ni grabador de sonidos, ni ninguna otra forma de mostrar al faraón y al pueblo judaico quién lo había enviado para hablar con ellos. El Creador no le entregó una orden en un papel firmado ni tampoco le entregó su documento de identidad ni ninguna otra cosa que pudiese servirle de identificación. La única identificación que el Creador dio a Mehushúa (Mejushúa, corrompido como "Moisés") fue su Nombre. "¿Cuál es Tu Nombre, para que se lo diga a los hijos de Yaoshorul?", preguntó Mehushúa.
El mayor perjuicio para los hombres: la Salvación
Las Sagradas Escrituras nos presentan a la salvación de nuestra alma y espíritu, con consecuente y futura redención de nuestro cuerpo, de forma extremamente asociada a la identificación correcta del Salvador, el Mesías. Como los seres espirituales solo son identificados por sus nombres, y como solo hay salvación para la raza humana en un exclusivo y único Salvador y Mesías, obviamente es necesario que se identifique adecuadamente al Salvador por su único y auténtico Nombre. |